sábado, 5 de junio de 2010

El vacilón de mi otro yo

Hace unos días quería hacerme seguidora de los blogs de una amiga y de una compañera de los Cuentacuentos y no fue mi impericia en el manejo de la tecnología, no, fue mi otro yo que me estaba vacilando. Se duplicó mi foto en mi blog. Será que quiso hacerse solidario conmigo y al ver que tengo pocos seguidores, se sumó a la lista. O será que en una pelea de egos, quiso sobresalir sobre mi yo y como los dos son igual de ególatras, ninguno se da por vencido, a los dos se les revuelve ese uruguayito que llevan por dentro. O será que más bien, me veía tan poca cosa, tan pequeñita que quiso venir a darme un fuerte abrazo y aliento para continuar en el camino. O también que se conviritió en el más implacable juez, en el tirano más fiero de todos, pero mi yo no le presta mucha atención. Y antes de que ustedes como lectores tomen el ejemplo de mi otro yo, para no darles mucho tiempo a que se entrenen en la criticidad de éste, aquí rapidito termino.

viernes, 21 de mayo de 2010

Una madrugada de lluvia

- El humo que se disipa entre tus dientes de marfil. Todo se disipa. Pero la muerte nos tiene unos cigarros mejores.

- No encontrarte, lo más parecido a la nada.

- Miras de un lado, miras de otro, ¿qué buscarás?

- Déjame oír tu silencio, es el que más me habla.


-¿Me dijiste algo?
- No, nada.
- Ni pronuncies esa palabra.


- La luz de tus pupilas es cien veces mayor que el reflejo de tus lentes y traspasa la pantalla y todo estalla en luz.

- Bendita tierra venezolana, tierra de tus ancestros, que me regalan esos apetitosos labios.

- El vaso de agua está vacío, lo llenaremos con nuestra savia, ¿te animas?

- La cortina entrelazada, así deseo entrelazar nuestros cuerpos, nuestras almas hasta que no exista ni tiempo ni espacio.

-Pensativo, con la mirada perdida en el infinito, ¿qué tanto te da vueltas en la cabeza?, ¿la vida, la muerte? ¿no son la misma cosa?

- Entre estos vaivenes, te he descubierto, me he descubierto, ¿nos habremos descubierto?

- El agua entre tus labios, mi más anhelada savia.

- Todo empezó con un píxel y uniendo tus más bellos colores: muy vivos, a veces, apagados otras pintaste un hermoso cuadro sobre mi piel.

- Entre Aes y cincos te conocí. Me enseñaste a deletrear la más bella frase: "Te amo".

- El marco de la cámara y al final tu más desenmarcada figura y el círculo de tus luminosas pupilas cuando te ríes.

- Armonía, Alma, Don, Duende, Regalo, Risa, ¿dónde guardo este nuevo diccionario que me obsequiaste?

sábado, 15 de mayo de 2010

Síntesis

Uno de los Dioses, el más pícaro y creativo, tramaba su próxima hazaña. A él se debía la creación de las sirenas y los centauros. Pero esta vez quería unir más formas. Así que colocó en su enorme caldero a algunas niñas, niños, hombres, mujeres, ovejas, osas pandas, perros, cabras, conejos, cerdos, peces, zamuros, chacales, cascabeles, colibríes, canarios y elevó hasta el máximo la temperatura. Le añadió sus polvos y líquidos mágicos y esperó ansiosamente. Después de varias horas, cuando ya se había logrado una masa, observó con detalle su nuevo invento y pensó que el nombre que mejor le correspondía era “Síntesis”. Con las otras creaciones no había habido problema en decidir su hábitat porque para formar a la sirena había tomado a una mujer que le encantaba bañarse en el mar, así que no tuvo ningún inconveniente de permanecer en el agua de por vida. Y con el centauro había tomado a un hombre que se la pasaba “al trote”, entonces siguió igual. Pero esta vez, con esta cantidad de seres unidos, había una gran polémica para decidir dónde habitarían. Así que si algún día estás en la playa, en el campo, en el medio de la ciudad, o en otros mundos maravillosos que accedemos dejándonos guiar por la imaginación y ves como si fueran nubes que jugaran, no te asustes, ése es “Síntesis” que aún decide dónde vivir.

Texto de Patricia Quintero Rodríguez

martes, 11 de mayo de 2010

Entrevista Imaginaria a Carlos Moros

“A mí no me dan tubo, yo me voy para Tacoa”

Carlos Moros se hizo luz

No cabe la melancolía entre esos bigotes lacios y sus labios gruesos, cabe una risotada. Su prístina mirada y su sonrisa franca desafían cualquier reto.

Es domingo 19 de diciembre de 1982, muy temprano en la mañana. La cita está concertada en la redacción de El Universal. Ahí está Carlos Moros frente a su máquina Remington, que se hace pequeña entre sus manos; también se observa una libreta de apuntes, unos anuarios de educación, libros de poesía, fotos, recortes de periódicos, todo un caos que él tiene perfectamente armonizado. La silla, en la que cuelga su chaqueta, le queda estrecha, sin embargo sus ojos y su sonrisa invitan al diálogo.
PQ: ¿Qué tal?, ¿cómo está?
CM: Feliz, muy feliz.
Lo roza una sombra, podría tratarse de alguien que pasó fugazmente.
PQ: Siempre se ha hablado de su sentido del humor.
CM: Sí, me gusta jugar con él. Una madrugada, después de una noche de tragos, me encuentro con el esposo de Elizabeth Fuentes en una arepera, él estaba solo y yo apelando a la solidaridad de amigos le hice firmar una carta donde se hacía constar que él no estaba en compañía de ninguna otra mujer, yo también firmé como testigo. Mis compañeros de El Nacional, entre ellos José Pulido, cuando yo empezaba a reír gritaba desesperado: “no le cuenten más chistes”. Hacía temblar las mesas y las máquinas de mis compañeros de al lado y les interrumpía su trabajo. Mi humor es como mi tamaño.
PQ: ¿Cuál ha sido su formación?
CM: Empecé estudiando arquitectura y me decidí luego por el periodismo en la Escuela de Comunicación Social de la UCV. Participé en el proyecto inicial de El Diario de Caracas, allí trabajé en las páginas culturales. Luego me fui a El Nacional, cuando la sección de cultura estaba dirigida por Pablo Antillano. Y, posteriormente paso a El Universal, aquí cubro la información educativa. Eso sí, en todos lados he peleado mi derecho a no usar corbata, ¿no te parece que mi chaqueta se me ve mejor? También participé en el Taller Literario del Celarg en el año 1978, bajo la coordinación de Tomás Eloy Martínez.
PQ: ¿Qué implica para usted el periodismo?
De pronto, saca de una gaveta un cuaderno de tapas rosadas que contrastaban con su aspecto tan viril. Y leyó:
CM: Melancólico ejercicio este de escribir
inventar combinaciones para lograr explicarse
cobijarse en palabras para llorar lo indecible
apresar un instante
o explicar lo inefable.
Las letras, como la vida
las llevamos a rastras.
Apelar al sonido
como si cada letra fuera una pira ardiente.
Si fuera llama purificadora.
Si fuera metamorfosis.
Toma, te doy este tubo (dijo con picardía al entregar sus poemas).
En su poesía hay una idea reiterativa sobre la muerte. Se hizo el silencio. ¿Era un juego de luces?, ¿qué era?, allá a su lado había una sombra e intempestivamente un escalofrío lo cubrió todo.
PQ: Resulta extraño esto porque siempre se habla de su vitalidad, de su alegría de vivir, de lo lejana que es la muerte para usted.
CM: Creo que no tanto, siempre está la tensión entre la vida y la muerte y una prevalece sobre la otra. A veces me gusta valerme del humor ácido o de la ruptura de estereotipos. Hay un cuento mío, donde dos niños cambian de vestimenta a su abuela muerta durante las noches y la adornan, pero al día siguiente le ponen la misma ropa para que sus padres no los descubran. La abuela de alguna manera era un juguete, en el buen sentido de la palabra, es una manera de hacer cotidiana a la muerte.
Al verlo tan imponente, con sus ojos negros y pícaros, su amplia sonrisa, su pelo ensortijado y sus poblados bigotes lacios transmite la imagen de todo un caballero.
PQ: ¿Y qué de sus amores?
CM: Yo vivo solo y lo que más me sorprende es la reacción de las mujeres cuando se enteran de que estoy solo. Casi siempre me dicen “¡¿Soliiiiito?! No sé…como que les inspirara algo maternal. Por otra parte, me encanta guardar mensajes de mis ex-novias en cajas de fósforos.
PQ: ¿Y sus amigos?
CM: Cultivo la amistad. Soy amante de la buena conversación y de la franqueza. Vivo de una manera muy particular y suelo defender mis puntos de vista apasionadamente, eso sí, sin irrespetar al otro. También me gusta compartir con mis amigos una buena comida. Frecuento “Los Tertuliadores” y “La Bajada” en Sabana Grande, al igual que “La Tertulia”, “El Basque” y “Los Cambaos” en La Candelaria. Allí me reúno con periodistas, bohemios, intelectuales y gente de formación y quehaceres diversos.
Sus amistades recuerdan la cola que tuvieron que hacer para saludarlo un día de su cumpleaños en su casa.
PQ: ¿También cocina?
CM: Te puedo recomendar una de mis especialidades que me la copió un amigo cocinero. Es una sopa de auyama con apio que se prepara facilito. Queda tan buena que en su restaurant vegetariano fue todo un éxito.
PQ: ¿Qué intereses inmediatos tiene?
CM: Hay dos cosas que hace tiempo intento concretar. Una es un viaje a Francia y la otra un rústico Toyota. Para la primera estoy aspirando a una beca para un postgrado y para la otra tengo material acá (señala un montón de avisos clasificados que descansan al lado de la Remington).
PQ: ¿Por qué Francia?
CM: Porque estoy enamorado de todo lo que significa cultura. Me apasionan las artes, las letras y la arquitectura. Me encantaría quedarme en cualquier bar alegre de París, donde haya poetas y escritores. Un buen trago siempre es inspirador.
Repentinamente aparece Salvatore Veneziano, el reportero gráfico del periódico, quien informa que necesitan cubrir el incendio de Tacoa. Moros salta de su silla y comenta eufórico: “a mí no me dan tubo, yo me voy para allá”.
Moros se despide cordialmente. Al alejarse, ahora se observa la sombra entre los dos y luego ésta abraza a Moros. La muerte también se enamoró de su vitalidad y de su humor. Se tiene la seguridad que vencieron a la sombra porque, como muy bien dicen sus amigos: “Carlitos Moros se hizo luz”.

Texto de Patricia Quintero Rodríguez

jueves, 6 de mayo de 2010

¡¡¡Arriba otra vez!!!















Qué tranquilizante y alentador es saber que tenemos siempre la posibilidad de recomenzar, más allá de la cantidad de tropezones que demos. Estoy ganándole la batalla al cigarrillo, pero en estos días no aguanté la tentación y me fumé uno. La sensación de frustración por no haber resistido, los sentimientos de culpa no se hicieron esperar. Después vino la posibilidad de recomenzar. ¡Qué maravilla! Empezar con más determinación, con más fuerza, con más ánimo. Me encanta la frase “borrón y cuenta nueva”, porque es como detenerse frente a una página en blanco que podemos llenar con todos los elementos que queramos. Conozco un cuento que me gusta mucho. Sé que, de alguna manera, tiene que ver con esta situación. En síntesis, la historia es así: Era un color muy raro y muy triste que se llamaba Flicts, siempre estaba solo y quería unirse a otros colores. Quiso ocupar algún sitio en alguna bandera, pero no lo dejaban. Quiso formar parte del mar, que es tan inconstante y tiene tantos colores, pero para el pobre Flicts no había lugar entre sus colores. Un día Flicts paró de buscar y miró a lo lejos. Y fue subiendo, subiendo y fue desapareciendo. “Ahora con el día claro y el sol muy alto, cuando se ve la luna brillar de día, con el brillo del sol, la luna es Azul. Al caer las tardes de otoño, cuando la luna aparece al otro lado del mar como una bola de fuego, es redonda y Roja. En las noches muy claras, cuando la noche es toda de la luna, ella es de plata y oro, es una enorme bola Amarilla. Pero nadie sabe la verdad, a no ser los astronautas. Y es que de cerca, muy cerquita, la luna es Flicts. Pese al rechazo que vivió Flicts, en el fondo, sabe que siempre va a encontrar su lugar. Y está en él, presente, el ímpetu por recomenzar y probar nuevas aventuras. Y una nueva realidad.

Más allá de las posibles frustraciones y de las caídas, es un caudal de experiencias que vamos acumulando en nuestro haber para no cometer los mismos errores, y en el caso de cometerlos, siempre habrá la posibilidad de pronunciar con todo vigor y con toda convicción “¡Arriba otra vez!”.

sábado, 1 de mayo de 2010

Entrevista Imaginaria a Armando Reverón





















Reverón a la puerta del Castillete recibe con cordialidad mientras fuma un cigarro apaciblemente y posa con su pumpá. Luego se dirige a Juanita:
- Dos cafés.
A lo lejos, como sincronizados, se escucha la respuesta:
- Enseguida.
Pasamos al salón donde pinta su autorretrato, allí se sienta sobre un taburete de paja, con pinceles fabricados por él con restos de coco. A un lado tiene un espejo, a otro sus inseparables muñecas.
- A ella le decimos “la Chismosa”, siempre tiene un cuento que echar. Afine el oído a ver qué le dice- comenta refiriéndose a una de sus majas.
Las muñecas parecen asentir lo dicho por el artista con sus enormes ojos y una extraña y cómplice sonrisa.

-¿ En la época de Gómez, cómo repercutió en Ud. la disolución del Círculo de Bellas Artes?
- La policía de Gómez nos impidió que siguiéramos reuniéndonos. Como a todo dictador y militar, a Gómez no le interesaba nada que tuviera que ver con cultura.
- ¿Cómo logra lidiar con la dictadura gomecista?
- Concentrarse en el trabajo era una manera de sobreponerse a las muy chatas condiciones del medio. Resistí la tosquedad de aquellos años emprendiendo la faena cada día ante el caballete.
- Se habla mucho de sus excentricidades, ¿qué nos puede contar?
- Mire “la Chismosa” se sabe bien el cuento, vea cómo le susurra a las otras. Resulta que yo le decoré al padre Pedro Pablo Barnola un misal y él me recriminó por haber pintado a la Virgen completamente desnuda, a lo que le respondí que era cierto, pero que se fijara que a su lado estaba San José.

- Detallamos los pomos de pintura y están todos envueltos en telas ¿a qué se debe esto?
- No puedo sentir la dureza del metal. Cuando por casualidad toco algo metálico, necesito “saborear” con la mano una tela suave. También fabrico mis pinceles.
De pronto Pancho, el mono, se sube a su hombro y toma uno de los pinceles con mucha destreza, como si hubiera aprendido muy bien de Reverón.
- ¿Le gustan los animales?
- Sí, fíjese que el otro día Juanita me iba a preparar un buen consomé de pichón. Pero cuando vi a los pichoncitos me negué a que los sacrificara. Me dio lástima que murieran dos pichoncitos que a los mejor se amaban. Así que le ordené a Juanita que los pusiera en libertad.
- Es una actitud muy poética
- Sí, es que soy muy amigo de los poetas.
- ¿Alguna anécdota particular con Vicente Gerbasi?
- El otro día me entregó el libro Los espacios cálidos y puse en un banquillo el libro y posé las llaves sobre él diciendo: “Pongo las llaves sobre tu libro porque la poesía es la que tiene las llaves”.
Mientras pintaba se le cae uno de los pomos de pintura, él con mucha naturalidad lo toma entre los pies y se embadurna con un pie el otro y comienza a pintar.
- ¿Cómo se pinta con los pies?
- Es que hay que practicar para cuando no se pueda pintar con las manos. Esto lo hacía mucho en la Escuela de Bellas Artes.


- ¿Cómo recibe los honores que le profesan?
- Yo no soporto la fatua palabrería. Cuando en 1953 obtuve el Premio de Pintura en el Salón Oficial, un periodista me preguntó: “Maestro, ¿podría Ud. explicar cuáles son los elementos esenciales que integran el universo de su pintura?”. A lo que le respondí con su misma voz engolada: “Mijito, los elementos esenciales de mi pintura son dos: azul y mierda”.


- ¿Por qué su obsesión con las muñecas?
- En la imposibilidad de traer aquí todas las modelos que quisiera, animo mi soledad con esta ficción de vida, que puebla de presencias humanas el estudio. Así me siento rodeado de gente amiga. A veces me sirven también para esas telas en que aparecen mujeres en segundo término.
Además las muñecas son en honor a las mujeres que me han acompañado, esas figuras femeninas sublimes quienes tanto me han aportado. Primero mi madre, luego mi nodriza Bárbara, mi madre adoptiva, mi hermana putativa Josefina y Juanita.


- ¿A todos sus monos los llama Pancho?
- Es la manera que consigo de burlar el tiempo.


- ¿Ud., le hace las ropas a Juanita y a sus muñecas?
- Sí, el oficio de coser lo aprendí de mi madre, quien trabajó en una escuela de corte y costura.


- Sus escaleras de piedra, cartón o madera, están colocadas en direcciones a pisos o puertas que no existen. ¿A qué se debe eso?
- Es para exaltar el objeto escalera en sí, y el placer de ascender es para mirar desde arriba más que para ir a un lugar determinado. Desde arriba los problemas se pueden solucionar mejor.

- Por qué trabaja casi desnudo?
- Es que la ropa es un inconveniente. Pinto desnudo para evitar la intromisión – entre la obra y la pupila- del color de las ropas.

- ¿Le molesta que sus obras queden en los museos?
- Es que el museo es como un cementerio de cuadros.

- ¿Cómo conoce a Juanita?
- La conocí en un baile de Carnaval. Le saqué los guantes y me encantaron sus manos. Le dije que las tenía tan preciosas como para pintar una Virgen.
- ¿Le es fiel a Juanita?
- Sí, es que toda mi energía la canalizo, exclusivamente, hacia la pintura. Me he concentrado toda mi vida en la creación plástica que es mi pasión existencial, mi sensibilidad, mi reto de vida.

- ¿Cómo trabaja con la luz?

- No me limito a reproducir su efecto en los colores, como hacen los impresionistas, sino que la materializo en éstos como una realidad sustantiva.

- Se dice que hay ausencia de teoría en su obra…
- Yo soy un intuitivo y los resultados a los que llego son producto de mucho trabajo.

- ¿Cómo lo hace?
- Observando del natural los cambios que se producen en el ambiente al variar la luz del amanecer, produciendo en el agua, en la atmósfera y en la vegetación entrelazada, toda clase de reflejos.
También me planteo cómo transformarme para poder lograr que al plasmar la luz pueda yo mismo sentirme como parte de ella, quiero decir, integrar física y visceralmente a la naturaleza. Cuando pinto no puedo separar la luz de mis colores.

- ¿Cómo se dispone a pintar?
- El pintor debe atacar el lienzo como un guerrero lo hace ante un enemigo. El rol del pintor es parecido al del torero en el trance de lidiar un toro.
- ¿Cómo es su ritual cuando pinta?
- Me ciño fuertemente la cintura, tengo mucho cuidado de separar el espíritu (parte superior) de la materia (parte inferior). Me descalzo, me tapo los oídos con grandes tacos de algodón o pelotas de estambre, me gustaría ser sordo e invoco a los espíritus propicios a la inspiración.

- ¿Qué le aportó Ferdinandov?
Él siempre me decía “si te consagras a hacer vida social, cuando mueras únicamente vas a ser recordado por tus fiestas y no por tus obras”. Y puso en mis manos dos libros capitales: la Biblia y Don Quijote. Cuando me los dio me dijo: “Si los llevas contigo, nada más te hará falta”.
A él le debo mi ascética libertad.

- ¿Alguna influencia de los pintores clásicos?
- Cuando estuve en España y vi a Goya me pude venir con ese ritmo tumultuoso, con esa música, con esas vibraciones.
Estando en España me detuve frente a un cuadro de él en blanco y negro y se le podía ver el rojo, el azul, el verde.La diferencia más palpable entre mi nuevo maestro Goya y mi más viejo profesor, Moreno Carbonero, es que la pintura de éste concluye en el cuadro. Está terminada precisamente en el sitio donde comienza la moldura del marco. En cambio, de Goya me queda flotando algo en la retina. El perrito de aquella vieja señora del retrato se me deshace en vibraciones. La cinta con que se ajusta la mantilla de la Marquesa de Solana me la llevo en los ojos.
Y esos grises plateados y los oros de Velázquez me vuelven loco.

- ¿Por qué está en Macuto?
- Por mis compromisos con la luz. Vine aquí a buscar la sencillez y me encontré con la claridad. Estoy aquí pintando hace muchos años. He logrado encontrar la simplicidad. He conseguido hacerme familiar a la luz. Creo que he pintado bastante en los últimos tiempos. Una vez que se empieza hay que seguir haciéndolo. Los cuadros no se terminan nunca.
El viento sopla en el litoral central y se lleva con él el pumpá de Reverón, la luz reverbera en todo su esplendor y las palabras del maestro quedan resonando: “Los cuadros no se terminan nunca”.

Texto de Patricia Quintero Rodríguez

jueves, 29 de abril de 2010

DIEGO RIVERA: EL ARTE, SU VIDA Entrevista Imaginaria a Diego Rivera


Diego Rivera bebe una taza de café en su estudio de San Angel Inn. Frida Kahlo, con sus grandes ojos negros, desde el retrato, no le da tregua. Observa los gestos del muralista. Pareciera que hasta adivinara sus pensamientos. Él, que disfruta plenamente esa intensa mirada, sigue el juego para hacerla estallar llena de ira.


DR: Buenas tardes, la esperaba. Adelante, póngase cómoda.
PQ: Buenas tardes, muchas gracias.
Sorbe un trago de café y observa con disimulo a Frida.
PQ: ¿Se considera un hombre con suerte?
DR: Siento que la suerte me acompaña desde los inicios de mi vida. Tuve un hermano gemelo que murió a los dieciocho meses de meningitis y fui el que sobrevivió. Pese a los reveses, creo que poder transitar la vida siempre es un privilegio.
PQ: Se lo critica por sus infidelidades, por su irresponsabilidad hacia la paternidad. ¿Qué puede decir al respecto?
DR: Lo único que me ha preocupado es serle fiel a mi obra. El arte tiene para mí una función orgánica, no sólo útil, sino absolutamente vital, como el pan, el agua y el aire.
PQ: ¿Cómo fue su evolución para definir un estilo propio?
DR: Mi estilo nació como un niño, en un instante; con la diferencia de que a ese nacimiento le habría precedido un atribulado embarazo de 35 años.
PQ: ¿Qué destacaría de estos 35 años?
DR: No puedo dejar de recordar mi estado de éxtasis cuando en Europa pude estar frente a las obras originales de Goya, El Greco, Murillo, Monet, Gauguin. Después adquiriría mi propia personalidad, pero sin negar la influencia de los grandes.
PQ: ¿Por qué decide pasar a una concepción cubista del arte?
DR: Yo ví en el cubismo algo revolucionario que sacudía por vez primera todos los moldes anteriores, creaba formas nuevas y rompía todo cuanto hasta entonces se había hecho en el arte. Era algo renovador, distinto, capaz de cambiar el mundo y eso logró fascinarme.
PQ: ¿Por qué se rompe su amistad con Picasso?
DR: Eran evidentes las similitudes de su Hombre sentado con mi Paisaje zapatista y por esto lo acuso públicamente de plagio. Los partidarios de Picasso alegaron que yo lo hacía para adquirir notoriedad, pero a mí lo único que me importaba defender era mi obra por la que doy hasta mi última gota de sangre.
PQ: ¿Cuál fue el motivo de inspiración de su etapa como muralista?
DR: El disparador fue el viaje que realizo a Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, una región indígena muy próxima al mar. Allí encuentro el rayo de luz decisivo que tanto había buscado durante años. Hago un estudio de la mujer india, de la realidad racial de todo un pueblo. El colorido y la aureola de misterio de estas tierras me daban una gran lección y me mostraban el camino como inagotable fuente de inspiración. Sentí siempre, muy dentro, la civilización y cultura indígenas y me dolía como algo propio saber de su exterminio, del genocidio de otros tiempos. Tenía la obligación de revivir aquel pueblo a través de mis pinceles. La realidad azteca, relatada por mi nana india Antonia, debía cobrar color, forma y vida.
La mirada de Frida vigila el diálogo.
PQ: ¿Qué sucedió con su controvertido mural que le encargaron para el Rockefeller Center?
DR: Aunque mis compañeros comunistas nunca entendieron mi vinculación con los Rockefeller y me expulsaron del Partido, yo siempre tuve muy clara mi ideología. En Detroit, intentaron convencerme para que representara a Lincoln, pero es Lenin quien simboliza mi ideal de justicia social. Al no permitirme representarlo, me negué a continuar.
PQ: Tras la cura del cáncer que padeció se cuestionó su ateísmo hasta llegar a borrar de su controversial fresco la frase de “Dios no existe”. ¿Por qué lo hizo?
DR: Fue un momento en el que me reconcilié con la vida. Sentí que era mucha la arrogancia al proclamar la existencia o ausencia de Dios. Ésa es una búsqueda que le corresponde a cada uno.

Diego Rivera se despide con la galantería que lo caracteriza y busca en la cocina un zapote. Desaparece en el patio de la casa, donde las guacamayas de Frida lo esperan y se va con ellas a donde no existe ni el tiempo ni el espacio.

Texto de Patricia Quintero Rodríguez